lunes, 21 de enero de 2013

C4: Se acabó el principio.

Entre en un barrio de casas adosadas blancas, mientras veía un coche salir de una de las casas. Tenía suerte (algo que últimamente no estaba de mi parte), me oculté para esperar que el coche saliera de la urbanización, y cuando lo hizo, fui hacia la parte trasera de la casa buscando una ventana mal cerrada, y ahí estaba, una ventana abierta de par en par, algo alta, pero no imposible de alcanzar. 
Me llevo unos diez minutos conseguir entrar por ella, me moví sigilosamente hasta que vi la alarma. En ese momento me congele, había entrado en una casa con una alarma. Pero me fije en el piloto, estaba en rojo, así que respire aliviada, no estaba encendida, pero tal vez eso quisiera decir que volverían pronto. 
Busque por toda la casa un baño, y cuando llegue me fui directa a la ducha mientras me quitaba todo lo que llevaba encima, la verdad es que necesitaba seriamente una ducha, necesitaba que el agua cayera sobre mi. Cuando acabe, no me importo buscar algo de ropa de aquellas personas, la verdad es que la ropa de la mujer (que al parecer era joven) llevaba casi mi talla, así que aun que solo me permití quedarme con mis pantalones, lo demás lo eche en una mochila, junto a una botella de agua y cereales en barritas.
Llevaba solo tres cuartos de hora cuando escuche el sonido de un coche, así que volví a la ventana por la que había entrado, pegue un salto y fácilmente escape de allí. 
Ya estaba anocheciendo cuando gire una de las calles intentando buscar una salida de aquella ciudad, necesitaba encontrar un sitio más tranquilo para poder volver a escuchar a los aullidos de los lobos. Suspiré. Cuando cayo la noche, me di cuenta de que ya seria imposible, estaba cansada, aunque ahora, por lo menos, me sentía limpia. 
- ¡Eh, tú! - grito un voz, grave, como si fuera de un cuarentón.
- ¿Es a mi? - pregunte. Era un policía. Adiós a mi suerte. 
- Sí - dijo firmemente, examinándome. - ¿A donde vas?
- Pues.. - pensé - ¿A casa? 
- ¿Me ves con cara de gracioso? - preguntó enojado.
- No - le contesté. 
- ¿Que llevas ahí? - soltó con autoridad señalando la vaina de la espada. Suspiré. 
- Reliquia familiar - me limité a decir. El se echo a reír. 
- Seguro que la has robado. Me vas a acompañar, y llamaremos a tu casa para comprobar si es cierto lo que dices. - dijo cortante. Yo comencé a reír, ¿a que casa iba a llamar? Mi casa ya no existía. 
Cuando intento cogerme del brazo, le esquive, y el con una mirada incendiaria, intento volverme a coger. Pero yo no se lo puse fácil, era demasiado lento, así que era capaz de escurrirme, pegándole un golpe que lo derribo en un instante, y antes de que el pudiera levantarse comencé a correr en la primera dirección que pude encontrar, mientras él, más atrasado, corría detrás mía. 
En unos diez minutos lo deje atrás, y para mi sorpresa, acaba de salir de aquella ciudad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario