domingo, 13 de enero de 2013

C2: Sobrevivir.

Nunca me pare a pensar en la extensión del bosque. Era mucho más grande que nuestra población, con un pequeño río que acababa travesando de norte a sur la superficie buscando el océano. Nosotros vivíamos un poco lejos del río, en  una de las grandes casa que pasaba de generación en generación, con una fachada arcaica con varios toques de estilos decorativos según las remodelaciones que iba sufriendo con el tiempo. Ahora la fachada era blanca, pero mis abuelos la conocieron roja. Era muy gracioso ver como la casa cambiaba según el color que le dieras y las personas que vivieran en ella. Nada mas entrar te encontrabas con unas amplias escaleras, mientras que a la izquierda se encontraba con un comedor unido a la cocina y al almacén  a la derecha de la entrada estaba el salón, un aseo, el despacho de padre y las escaleras para el sótano  Arriba estaban todos los dormitorios y una biblioteca, repleta de libros que mi madre se iba leyendo. 
Solo un ruido fue capaz de sacarme de mis pensamientos. Gritos. A continuación olí a fuego, a madera quemándose  Salí corriendo en dirección al olor y el ruido, solo cuando llegue me di cuenta de que me había equivocado de salida y estaba en mitad del pueblo. O lo que quedaba de el. Estaba en llamas, y yo, simple de mi, comencé a gritar, a llamar a la gente pero nadie respondía, así que salí echa una bala hacia mi casa, mientras al rededor solo encontraba más fuego, fuego ya muerto en la mayoría de los casos, y a sangre. Nos habían masacrado, pensé, pero no sabia quien podría haber dado lugar a esto. Eramos personas escondidas de las demás, vivíamos por y para nosotros, ¿Qué habíamos hecho mal?.
Mi casa no estaba mejor que las demás, había perdido todo su encanto pero al menos, habían tenido la delicadeza de no quemadla.  Entre por la puerta del sótano que daba al jardín por si había alguien aun arriba. Busque entre los armatostes de nuestras reliquias familiares y cogí la espada del escudo familiar -mitad sol, mitad luna-, tal vez hubiera sido mejor usar el bate de béisbol para defenderme pero prefería un artilugio de hace décadas que un trozo de madera. 
Subí las escaleras sin hacer ningún ruido, empuñando la espada con ambas manos. La puerta estaba entornada, y solo se oían unos gemidos de dolor demasiado flojos, pero cuando iba a abrir la puerta para ver de quien eran, escuche una risa maligna que me hizo retroceder. 
- Espero que no me tengas muy en cuenta esto, Simón. - dijo una voz desconocida. Cuando le vi la cara, sonreía vilmente. 
- No vas a salirte con la tuya, escoria. - escupió el malherido, mi padre, intentando ponerse en pie. - Tu padre no lo consiguió, ¿Crees que tu sí? - Se río. No entendía como en un momento así podía ponerse a reír a carcajada simple. Incoherencias de mi padre, como no. 
- ¡Tu familia nos quito todo! - estalló el desconocido. 
- Vosotros no teníais nada - consiguió pronunciar mi padre. - Acaba conmigo ya, Henry. ¡Ten lo que ahí que tener! ¡Se un hombre por una vez! - grito. Yo simplemente lloraba en silencio. 
El desconocido, Henry al parecer, volvió a atacar a mi padre, quien aulló de dolor cayendo al suelo mientras el hombre avanzaba ya fuera de la casa. Conté hasta diez con un puño en la boca para no gritar. Entonces salí corriendo hacía el. Aún estaba vivo. 
Nada más verme puso su mano en mi boca obligandome a callar. 
- Escuchame, están todos muertos.-Susurró- No los busques porque no los vas a encontrar. Acaba conmigo y vete de este lugar, ¿me entiendes? 
Yo asentí mientras el agonizaba. 
- Eres una chica lista. - dijo - podrás sobrevivir. Llévate la espada contigo - ordeno mientras tocaba el collar que llevaba yo con el símbolo de la familia- y sobrevive. -Repitió, haciéndome entender que era el momento de acabar con él. Como el siempre nos había pedido, quería morir a manos nuestras, de un desconocido ni de un enemigo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario